Está entrando el agua en la casa que estreno
se inflaman los suelos, las vigas colmadas
un riesgo latente, sutil aunque cierto:
preñados y absurdos
mi casa
y mi cuerpo.
Llegó y se ha quedado instalada en las juntas
creciendo escondida, catástrofe en ciernes.
Reverbera en los caños como plasma en las venas
me insiste, reclama
percute
en mis sienes.
Está entrando el agua bravía, espejada
la lengua asediante se filtra, domina
trepando a los zócalos, lamiendo las grietas.
Mis plantas, desnudas;
mis pies
de puntillas.
Redoblan las gotas que se alzan, se elevan
se forman mil hilos que enroscan los platos
cascadas tejidas que impregnan, silencian.
Claudica y colapsa
mi papel
pintado.
Está entrando el agua y me empapa la blusa.
La tela es viscosa, me cala los huesos…
¿Y si escalara butacas, armarios?
Quizás desde allí
me recogiese
el pelo
y entonces podría alcanzar las ventanas
dejar que de nuevo gobernase el aire
abrirlas del todo, verter hacia afuera
vencer, no volver
más
a equivocarme.
Pero está entrando el agua y reacciono tan tarde
que no hay gravedad, que sé que me quedo.
Asciendo con ella, me vuelvo un relieve
flotante, impasible
al diluvio
perfecto.
Mi instinto me dicta un final de partida
tiritan mis labios, llevo el pelo suelto
hoy sé lo que el miedo le hace a la gente:
la apresa, la ahoga
la convierte
en yeso.
#ele #hastaenprosa